lunes, 17 de agosto de 2009

En solitario al Gran Cañón del Colorado

Buff, no sé por donde empezar. Las últimas tres semanas han sido de locura. Nueva York, Toronto, Cataratas del Niágara, Dallas y finalmente Phoenix y el Cañón del Colorado. Como es el que tengo más reciente empezaré con la historia del último viaje. Y qué historia.

Ya hacía algún tiempo que me iba rondando en la cabeza la idea de ir al Cañón del Colorado. Algunos de mis compañeros en Chicago fueron en Semana Santa, cuando yo andaba por California con Patri. Desde entonces, fueron pasando los días y las opciones de viaje se iban disipando. Me di cuenta que prácticamente se acababa el tiempo y me iba a quedar sin ver el Cañón. Y claro, como suele pasar, cuanto más lejana veía la opción de ir, más me apetecía…

Así que, barajando las alternativas que tenía, empecé contemplar la opción de ir yo solo. Y cuanto más lo pensaba, más claro lo veía. Un viaje conmigo mismo al Cañón del Colorado. El principal inconveniente era la distancia. De Chicago a Phoenix hay alrededor de tres horas y media de viaje en avión. Además hay que tener en cuenta que una vez en Phoenix, hay que alquilar un coche para llegar al Cañón (unas 5 horas). Meditando sobre esto, se me presentó la opción de ir a Dallas por motivos de trabajo. Unas conferencias sobre transporte y sobre Alta Velocidad en Estados Unidos. Ding!!

El esquema ya se iba formando en mi cabeza. Podía ir a Dallas (la Conferencia iba de martes a viernes) y de ahí ir directamente a Phoenix (unas dos horas en avión)… Para complicar un poco más el tema, la Conferencia empezaba justo el día que se iban mis padres y mi hermano de Chicago, el 11 de agosto, con lo que me fui yo antes que ellos. Pero bueno, el plan estaba ya en marcha. Cogí los vuelos, los hoteles, reservé el coche y empecé a leer información sobre el Cañón.

Y aunque parezca mentira, finalmente llegó el día de ir al Cañón. El viernes 14 de agosto cogía el avión desde Dallas con destino Phoenix. Pese a que llevaba tiempo preparando el viaje, en ese momento me entraron las dudas. Había tantas cosas que podían salir mal. Pero bueno, valor, y al toro.

Tras dos horas de vuelo llegaba a Phoenix. A las 16, la misma hora a la que salí de Dallas (la diferencia horaria es de -2 horas en Arizona con respecto a Texas). Cogí el coche y me dirigí a vivir una experiencia inolvidable.

El viernes hice noche en Flagstaff, una pequeña ciudad a una distancia del Cañón bastante asequible para el día siguiente. El sábado empezaba la verdadera aventura. Mi intención era hacer una ruta de hiking (senderismo) hacia el interior del cañón. Tras leer bastante sobre el tema me incliné por hacer el Bright Angel Trail hasta Plateau Point (unos 20 kilómetros ida y vuelta). Según las guías, no es aconsejable ni prudente hacer este trayecto en verano, debido a que las temperaturas son altísimas y la distancia y el cambio de altitud es muy grande. Estos avisos y advertencias tuvieron conmigo el efecto contrario. Mi objetivo estaba fijado.

Para hacerse una idea, la duración del recorrido va de 10 a 12 horas, según las guías, por lo que teniendo en cuenta que en verano a determinadas horas es una locura hacer esta clase de esfuerzo, había que salir pronto.

Y tan pronto… A las 4 horas de la madrugada del sábado empezaba el día para mi. En realidad la alarma la tenía a las 4 y media, pero entre la emoción y los ruidos, me levanté antes. A las 6 llegaba al cañón. Unos simpáticos ciervos me dieron la bienvenida.



Me perdí el amanecer por poco, pero la primera visión del cañón no fue nada del otro mundo.

Tras un breve desayuno y después de dejar la maleta en el hotel, empecé el camino. La primera parte del trayecto es bastante fácil, sobre todo porque es en bajada. Fui pasando los puntos marcados en el recorrido, hasta llegar a Indian Garden, más o menos en el kilómetro 7,5. Mi sensación ahí era muy buena. Iba muy bien de tiempo, y no estaba casi cansado. Y se presentó el dilema. Una señal con la dirección de Plateau Point (lo previsto de antemano, unos 3 kilómetros más) y otra con el trayecto hasta el río Colorado (8 kilómetros). Aunque estuve dudando algún momento, finalmente opté por la prudencia y seguí por el camino previsto hasta Plateau Point. Al final de este tramo ya empecé a advertir síntomas de cansancio…

Las vistas desde Plateau Point son increíbles. Se ve buena parte del río Colorado en su curso entre las dos orillas del Gran Cañón. Simplemente sublime. Como me dijo un compañero de ‘caminata’ cuando me vio con la cámara, lo que se ve desde allí no se puede reflejar en una foto. Simplemente, hay que ir allí para verlo. Probablemente, y pese a que durante los dos días vi el cañón desde muchos ángulos y diferentes sitios, es la imagen que más me impactó. En ese momento pensé aquello de ‘Que bueno que viniste’.


Superado el momento de autorrealización personal, quedaba lo más complicado, volver. Al principio, fue bien. Poquito a poco, bebiendo líquido y descansando cuando me faltaban fuerzas. Lo peor fue del kilómetro 13 al 15, en el que la inclinación es muy grande y el calor empezaba a ser asfixiante y la mochila cada vez me pesaba más. En la foto se indica lo que marcaba el termómetro en uno de los puntos de descanso (45ºC). Pero bueno, poquito a poco, y con algo más de pena que de gloria llegué a la cima, de donde había salido 8 horas antes.


Tras la merecida ducha y un rato de descanso en la habitación, quedaba mucho día por aprovechar. Evidentemente, el cuerpo no lo tenía para mucho movimiento, así que opté por la opción de coger el coche y hacer un ruta que hay con varios miradores y que llega hasta la parte del desierto, a unos 40 kilómetros. Tranquilamente, con el aire acondicionado y escuchando música, fui parando y apreciando la enormidad del Cañón del Colorado. El siguiente plato fuerte era la puesta de sol, que disfruté desde un lugar apartado de las masas, el Shoshone Point, buscando calma y tranquilidad tras un día muy intenso.


Volviendo al coche me enteré que el Presidente de los Estados Unidos, el Sr. Barack Obama, tenía previsto ir el día siguiente a visitar el Cañón… Ya es casualidad. La primera vez en mi vida que voy al Cañón, y resulta que al Sr. Presidente se le ocurre la misma idea.

El domingo, bien prontito para no perder la costumbre, me dirigí al Yavapai Point para ver el amanecer. Teniendo en cuenta la hora (sobre las 5.15 de la mañana) el mirador estaba a tope de gente. Y es que claro, una imagen como esa no se ve todos los días. Pese a que la temperatura durante el día sube muchísimo (40ºC), por la noche hace un frío importante. Lo digo, porque a esa hora hacía un frío que pelaba. Como soy precavido y tampoco me conocía nadie, me enrollé con una manta de la habitación y de esa guisa me presenté a ver el espectáculo. La gente me miraba con un poco de guasa, pero vi a más de uno con bermudas y camisa de manga corta tiritar de frío.


El espectáculo del amanecer es impresionante. Poco a poco el sol va iluminando el cielo hasta que, de una nube rojiza empieza a salir al exterior. El silencio en esos momentos sólo se interrumpe con el clic de las cámaras fotográficas. Es algo digno de presenciar.

Por si el día anterior no había tenido suficiente con la ruta de 25 km, el domingo tenía previsto hacer otra, el South Kaibab Trail, eso sí, bastante más corta, teniendo en cuenta que tenía que volver a Phoenix a coger el avión de vuelta. Así que allí que me fui, pasito a pasito hacia Cedar Ridge, el punto de destino en esta ruta (unos 10 km en total). Las vistas, espectaculares.


Por último, y para acabar de rematar el fin de semana, cuando ya estaba abandonando el parque con el coche, me encontré con la carretera cortada… Veinte minutos después llegaba el Presidente Obama y su familia, bien escoltado por un gran grupo de policía y seguridad. Llegué a ver el coche en el que venía, pero eso fue todo. Una pena que no bajara a saludar.


El viaje casi llegaba a su fin. De vuelta hice parada en Sedona para ver la magnífica Catedral Rock y contemplar el encanto de este pueblo que parece sacado de un western de John Wayne.

Finalmente, y sin contratiempos, llegué al aeropuerto de Phoenix, donde por cierto, vi el Air Force One, el avión que utiliza el Presidente de los Estados Unidos.

Ya desde Chicago, un día después de haber vuelto, siento una gran satisfacción por haber cumplido un reto personal. Pensándolo fríamente, quizá fuera algo alocado y con bastantes riesgos, pero bueno, todo salió a pedir de boca, mucho mejor incluso de lo esperado… Es difícil hacer una clasificación con todos los sitios que he visto este año, pero sí tengo claro que el Gran Cañón del Colorado ocuparía un puesto privilegiado en esa lista.

2 comentarios:

Julio dijo...

Impresionant! Me quito el sombrero ante tí. Una vegada arribe el día en que tornes i tingues que tancar el blog podries fer una versió del mateix en paper (pdf, ppt,...), tot el que estàs vivint té un valor d'interés tal que ha de quedar per a la posteritat i per al públic en general.
O millor, escriu un llibre: "Living the American Dream" por Sergio Girbés.

Sergio dijo...

Jeje, faràs que me fique roig... Ho apuntaré com una posibilitat per al futur. I per supost, en la part d'agraïments te nomenaré per donar-me la idea ;)

 

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